lunes, 14 de mayo de 2007

Jorge Enrique Adoum


BIOGRAFIA
Jorge Enrique Adoum nació en la ciudad de Ambato en 1926. Realizó sus estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad Central del Ecuador y los terminó en la Universidad de Santiago, Chile. En esa ciudad fue, durante cerca de dos años, secretario privado de Pablo Neruda. En 1949 publicó su primer libro Ecuador amargo que fue comentado por Neruda y Carlos Drummond de Andrade. En noviembre de 1961 fue nombrado Director Nacional de Cultura, cargo que ocupó hasta 1963, año en el que viajó a Egipto, India, Japón e Israel, en el marco del programa principal de la UNESCO para el conocimiento de los valores culturales de Oriente y Occidente. Luego se instaló en París donde fue, sucesivamente, lector de literatura en español, portugués y catalán para las ediciones Gallimard, periodista de la radio y la televisión de Francia y traductor de la ONU y la OIT en Ginebra, donde en 1969 estrenó, en francés, su obra de teatro El sol bajo las patas de los caballos, traducida a seis idiomas y representada en numerosos países de Europa y América. En 1996 se estrenó con éxito en Ecuador la película Entre Marx y una mujer desnuda, basada en su novela homónima. Su más reciente obra De cerca y de memoria, recuerdos de lecturas, autores y lugares se publicó en Ecuador en el año 2003. Ha traducido al español la poesía de T. S. Eliot, Iangton Hugues, Jacques Prevert, Yannis Ritsos, Vinicius de Moraes, Nazim Hikment, Fernando Pessoa, Joseph Brodsky, Seamus Heaney.

POESIA ANTOLOGÍA POÉTICA MÍNIMA

Corazonada

era por descostumbre de la muerte por desmuerte
que decía el lunes la semana que viene el año próximo
hablando de las cosas con que uno se mortaliza
pero tú eras lo premortal impostergable
tú el duradero instante siempre urgente
en mi necesidad de tu sur* desangustiante
y entonces no sabía como ahora que de pronto
no iba a haber más tú puede no haber más días

*Que el linotipista y el corrector de pruebas no pongan ser.

Pasadología

a contrapelo a contramano
contra la corriente
a contralluvia
a contracorazón y contraolvido
a contragolpe de lo sido
sobreviviendo a contracónyuge
a contradestino y contra los gobiernos
que son todo lo absurdo del destino
a contralucidez y contralógica
a contrageografía (porque era
contra pasaportes dictadores continentes
y contra la costumbre
que es más peor que nuestros dictadores)
contra tú y tus tengo miedo
contra yo y mi certeza al revés
contra nosotros mismos
o sea contratodo
y todo para qué
* porque los dictadores ya eran lo peor
y porque así se dice en mi país y no me excuso

Nota para la presente edición.

La Bailarina de Aurangabad

Estarías así consciente de tu perennidad
Sujeta por la incompleta espalda al muro
No hay como retroceder hay otro muro
que me instiga a que te vea con el cuerpo
exactitud imposible carne de roca loca
geometría corporal que no existe en la tierra
y alguien se la inventó a martillazos para querer vivir

Carnicero oblicuángulo el triángulo de la grupa
con los pies detenidos entre dos golpes de címbalo
permanentes tus piernas bajo la transparencia
de ese viejo agua de piedra que cae del ombligo
y el capitel casi tibio de las ingles. Allí descansa el templo

Eso es lo que toqué volúmenes de tiempo
las formas hembras de la eternidad
copa llena de silencio el codo roto
y la incorruptible soledad de tu cadera
manoseada por el masturbador y los idólatras
ennegrecida por su aceite sórdido

Ahora atada a la pared de mi memoria
cuál de los dos es el rehén del otro
en esta urgencia de comprobarte con las manos
vertical entre la mueca pervertida y el talón en delirio
a la luz visitante que te lame el tobillo por la tarde
desesperación de ciego en el acto del amor
de hambriento
no solitario
tampoco respondido

Americanismos

como si aquello también no hubiera sido
sino cuestión de tragos
spartáquicos proyectos de heroísmo
incitaciones del mar océano -
la obra misteria que no se había escrito
y despertáramos a fórceps o a tirones
con una espantosa resaca para siempre
llámase perseguidora guayabo cruda
goma ratón chuchaque cuerpo malo
según el país donde nos subdesarrollan mucho
(en los otros guele de bois o hangover)
llámase la vida para ser más claros

Corazonada

era por descostumbre de la muerte por desmuerte
que decía el lunes la semana que viene el año próximo
hablando de las cosas con que uno se mortaliza
pero tú eras lo premortal impostergable
tú el duradero instante siempre urgente
en mi necesidad de tu sur* desangustiante
y entonces no sabía como ahora que de pronto
no iba a haber más tú puede no haber más días
*Que el linotipista y el corrector de pruebas no pongan ser.

De el amor desenterrado y otros poemas

Cuál de los dos murió primero
callando ante la verdad de los cuerpos que dialogan
en esta antigua tragedia anterior a la tragedia antigua,
porque cómo se hace avisen, —habría que decírselo a todos—
para morir juntos sin desclavarse,
interminable hazaña nupcial no repetida
porque desde entonces ya no supimos cómo.

Cuál pudo ver en el otro, espiándole por partes, la agonía, en qué momento se truncó el arco que describe el deseo antes de terminar con el vencedor besando agradecido la ingle en despedida Y quedarse así con la pierna detenida para siempre en el viaje a la entrepierna (lentitud de quienes adueñándose del gozo se adueñaron del tiempo) por donde pasa el viento áspero de la península con sus toallas de arena cada mañana después de cada noche de ese ensayo general de los actos del acto (¿O fue un acto inacabado, palabra que la muerte detuvo en la primera sílaba, tantas veces repetida por nosotros hasta ahora y tartamuda, creyendo cada vez que es una muerte pequeñita, contentos como quienes bailan esas danzas cuyo origen ritual han olvidado?)

Amaos por favor, seguid amándoos
Vorazmente insatisfechos por los siglos de los siglos de los siglos,
no desateis la inicial inmemorial amarra
porque qué nos restaría de esta amorosa e insolente estatua,
ni cómo iríamos a comprobar que álguienes se amaron
si de pronto estos huesos polvo fueran,
deshaciéndose en la tardía sacudida del espasmo
cien siglos después de haber comenzado apenas a tocarse
con los dedos los labios
y nos quedamos así sin pruebas
de que existió la eternidad un día.

Baraja de la Patria

Patria, golpeada patria, establecida
desde el océano a las cosas: yo amé
tu forma muerta, la estatua errante
de tu polvareda, el cuenco de tu mano
terriblemente joven que nos toca. Y, de repente,
el húmedo fondo de donde el campesino
levanta su mercado semanal, yo alzo
para ti la huella descalza de tus hijos,
la sandalia del inca, la pisada
del conquistador sobre el azufre.
Porque como un resucitado, lleno
de vegetales barbas y de tiempo, no soy
sino tu traje de piel y de palabras, sino
la fotografía del que cayó primero, amándote
como pudo, contra el metálico monje de las armaduras.

Cuando pregunto por tu origen, los cántaros,
los escudos, las murallas sostenidas, el eco
de lo que fue tu indígena silencio antes
de la cruz y los caballos; pero te reconozco
en la cabuya y sus espadas secas, he sentido
tu cadera de bosques temblar en la carpintería,
recuerdo nombres enterrados con sus herramientas
y me basta la altura de tus musgos sin urgencia.

Si la mañana empuja su cerveza al mediodía,
si en la garra litoral del mangle hunde
su garra el puma, si la ola de arroz enarbolada
por las plantaciones asciende la escalera
de greda y de granito, es en la orilla
de petróleo y tiempo, es en tu mar
dolido, lleno de sangre anual, de asesinadas
construcciones, en donde busco para saludarte
el sombrero sin paz del ahogado, su idioma
olvidado en tus raíces.
Cómo no amar tu límite que asaltan la madera
mojada, el mar y el vecindario; cómo no amar
tu pobre pueblo, su hierbabuena heráldica
que al aire turba; cómo no regresar a las hilachas
de tu costa, a tus canales con su baraja
transparente de sal y territorio, si agosto
me echa viento y polvo de la patria a lado
y lado, si en medio voy besando su camisa
de arena, desgarrada en tus desgarraduras.

Cuando este viento te lame la cebada,
cuando este canto se riega en mis papeles,
tú me gritas que vuelva a tu nave frutal
encajonada, te siento, están contando
tus cereales sin número, y vuelvo y digo
tu nombre de línea y de varón sobre el pétalo
débil del harapo y sobre tu abundancia ciega,
recojo tus pedazos, tu difícil y suelta
geografía: el volcánico templo y la copa
de vaho, la zona donde el algarrobo crece
su desnudez nocturna, la alta sementera
de aldeas y de indios. Y hay un umbral
de espuma y de intemperie, hay una agua
original que sobre sí se dobla y que abren
con su ataúd sin algodón los panaderos
y con su barca hambrienta y de redes murales
el archipiélago súbito de tus marinerías.

La patria es una fiesta larga que interrumpen
el azar, la diaria cacería, la ceniza: de pronto
cómo no amar tus muertos y su vestido verde,
si como un goterón de sueño persistente cae
el silbo del andamio y tras él el albañil
a su velorio; cómo huir de un día tuyo, lleno
de duraznos y navíos, y no sufrir de ti por todos
lados y no salir a encontrar tu aurora,
lo que te debe el tiempo desde la edad
del buey que hunde sus pezuñas en la Biblia.

Patria, si amarga casi siempre, dulce patria
cada día, dulce recuerdo de una enredadera
de ventanas y azúcar, ira por la piel que ortigan
con leyes y monedas, rumor de río oral
cuando ruegan al sur por la llovizna, ancha
experiencia de los trenes que a diario recomienzan
tu memoria, toda de polvo y lana, toda de piedra y nube:
sobre ti, dimensión de lodazal y sangre,
estás tú contramar de amor y estrella.

La pelota de trapo

Eramos lo que teníamos, y lo vimos:
la otra camisa, el trozo
de lo que pudo haber sido un pantalón
y hasta un pañuelo. Así, en equipo,
por dentro.
Hasta que rompimos
una ventana que fastidiaba mucho.
Ahora, en venganza, nos rompen
las costillas, más bien en miedo,
porque aumentan, históricos, ligados
como un cordel de ira,
esos que ya casi no son ni pantalones
y ese pañuelo con que se limpia
su sangre la última camisa.

La cometa

Astro de papel cuadrado,
vela sin barco en el viento
con una trenza de trapo.
Destino que no va sino
a donde quiere mi mano.
Hilo templado el destino.
Después se me fue enredando:
la infancia se dio contra el suelo,
contra las cosas muertas en el centavo,
contra queridas víctimas.
La patria,
tirada por la trenza, hecha pedazos.

1967

Historia

De la segunda página hasta hoy día
no hay sino violencia. Desde
el segundo día no hubo día
en que no nos robaran la casa
y el maíz y ocuparan la tierra
que amé como una isla de ternura.

Pero mañana (mucho antes
de lo que habíamos pensado)
echaré al invasor y llamaré a mi hermano
e iremos juntos hasta la geografía
-el dulce arroz, la recua del petróleo-
y le diré: Señora, buenos días,
aquí estamos después de tantos siglos
a cobrar juntas todas las gavillas,
a contar si están justos los quilates
y a saber cuánta tierra nos queda todavía.

Recuerdo de la Bella

Después de añisimos de quizases talveces ojalases
no quedan sino porqués nuncamases y tampocos
ya jamásmente la ísima
ya solo la escorpiona
para siempremente no sida
el puro postamor casi inamor amortajado
en la subalma o la desvida
diciembremente terminado

(Interludio heroico y anterior

Se equivocó contigo, niño mío, plaza
viva para siempre, abanderado sin ascenso,
muerto sin saber a qué trozo del cuerpo
le toca la medalla, en dónde
está esperando el pie con su corola.

En la noche te sigue, negando y preguntando,
yo te niego el olvido, condecoro
tu esternón, no suprimo tu nombre
de sílabas redondas como golpes,
con dos tildes de piedra, santo y seña.
Y cada uno se encuentra un niño adentro,
acurrucado, guarecido contra el odio
y la guerra: está llorando, como si morir
fuera una culpa, está esperando
a que le den de nuevo la última bandera.)

Pasillo

Tal vez eras lo único que no debí
nombrar en mi destierro, el solo
río donde no puedo entrar dos veces,
la prohibida paz, la esmeralda quemante.

Tal vez eras lo único que no debía
buscar y rehuir a golpes, como en la red
el pez, tu orilla fortificada, su cinturón
de niebla te rodea y aisla y me niega y me aparta.

Tal vez eras lo único que mordía
mi corazón, tu boca me recordó a deshora
la flor enterrada tantas veces. Por qué
debías rehacer su pétalo quebrado.

Por qué me diste lo que no podías
y el hueco de tu voz que me persigue.
tal vez porque eras lo único que quise, ay
desolada retrasada, ay estrella mal llegada
a condecorar mi obligatoria oscuridad.

Coinciobediencia

En mi ignorancia ciclopédica más aún matemática
acabo de aprender que un grupo puede ser uno
o sea que no estoy tan solo como creía
que me hago compañía sin saberlo
pero mis otros yo me aburren tanto
que siempre vale más estar solo
que mal acompañado
y así volvemos otra vez a fojas uno
y de paso no violo las disposiciones
del estado de sitio en que vivimos

*
La historia se quedó en el traje, tirada
por la noche en una silla, pero desnudos
solo quiero ese nombre que te oigo con la boca,
sólo la intermitente estatua a dos ombligos
y ese mapa de venas donde no me extravío.

Contemos en la mañana las condecoraciones
que nos dejó la noche con sus mordeduras,
cúbrelas con el despojo usual de mi camisa,
vísteme de solitario, de viudo, de soltero,
y devuélveme a los demás (anoche me olvidé
de su abstinencia al entrar en tus anillos),
y niéguenme tus abras, écheme
tu forma, rehágase con una sola espalda,
y que pueda yo salir –lunes de cada día- a completar
la libertad entre los dos, cópulas apenas comenzada.

Bienvenida a deshora

No te esperaba, bruma, y vienes sin decirme
Y entras con ella, la empujas tras su lágrima.

No te maté, niebla tuya de ti
Nimbo con que te rodeas;
Te me fuiste acabando de familiares
Contraseñas y ajenos cinturones,
Te ibas yendo de talvez en tal vez,
Perezoso ese irte, y no pudimos
Ver tu cadera salir de mi costado,
amontonar olvido contra la ventana
en que solía esperar, como si nada,
mañana, el año venidero, el algún día,
pero es duro estar de pie toda la vida
y nos apuntálábamos los pechos, las rodillas,
cuando todos los ojalases tambaleaban,
y es duro recordar, quehacer
de quien espera cartas y no cuerpos,
y yo quiero el olor que la noche dejaba
escapar de alcoholes melancólicos,
y es duro en la mañana reponerse los ojos
y ver los días con una sola estatua
injusta, y ver desmantelado y viudo
y qué desmemoriado el traje
y qué juntas sobre el sexo las manos,
guantes de menta, que me habían acogido,
y cómo te regresas de repente
a la acabada, a la dormida ausencia
de quien ninguna ocupación tiene conmigo,
como si no lloviera, como si no puediéramos
desencruelecernos, reconsiderarnos, rehacer
de nuevo con paciencia los entonces
y estar otravezmente comenzando.